Los viralatas y el Gobierno

No niego que me causaba escozor, quizás por mis escasos conocimientos del tigueraje en esta jungla que llaman capital; mas, a regañadientes, callaba, gracias a mi paciencia enciclopédica cultivada en el fragor de la familia provinciana presidida por doña Zoraida y don Curú, ya fallecidos.
Por: Tony Pérez

A principio de 1990, al calor de las emociones del naciente diario El Siglo, el apreciado periodista y poeta Frank Núñez y yo sostuvimos un breve pero simpático debate acerca de los perros viralatas de Pedernales.
Él había visitado en esos días a mi pueblo y, por sus irónicos discursos en las pausas del tráfago de la redacción donde construíamos noticias, reportes extras y reportajes (él, redactor de historias policiales; yo, de salud), me parecía que solo le impactaron de su periplo por la provincia, dos situaciones: la vieja Mema, quien no admitía "cuerería" en su humilde hotel, y los perros realengos, los cuales, para él, eran sui generis, en tanto su hambre era tal que "tenían que recostarse a las paredes para ladrar".

A partir de ese momento, cualquier tarde, al regresar a la sala de redacción, lo primero que hacía era exponer al viento su nutrida y blanca dentadura que resaltaba más por el negro de su piel y su figura flaca, como la mía, y luego, mascullando su atípico je, je, je, pregonaba: "Tony Pérez, deja eso de estar bregando con pobres, porque eso se pega y así no se llega a ningún sitio".

No niego que me causaba escozor, quizás por mis escasos conocimientos del tigueraje en esta jungla que llaman capital; mas, a regañadientes, callaba, gracias a mi paciencia enciclopédica cultivada en el fragor de la familia provinciana presidida por doña Zoraida y don Curú, ya fallecidos.

Pero valió la pena soportarlo. El tiempo me ha convencido de su amistad y de que, en realidad, mi eterno dolor por el pueblo donde nací y crecí también es el suyo. Que eso de los perros muertos de desnutrición y abandono, no era más que parte de su humor peculiar; que eran chanzas para provocar la conversación. Que es auténtico en mundo donde aumentan los simuladores. Que apuraba -o apura tragos- junto a Aristófanes Urbáez en su lugar ideal, un rinconcito bueno para arrumacos cercano a El Huacal, por la 27 de Febrero; sin embargo, no lo disimulaba.

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