Semblanza a Papi, Roque Ortega Pérez / 1951-2024
En memoria de papi, un alma cuya luz ha dejado una huella eterna en nuestros corazones.
Por: Raquel Ortega,
Periodista - Docente de Oratoria
Roque Ortega Pérez, hijo de Josefa Pérez y Domingo Ortega (fallecidos), hermano de Andrea (Iris), Hilario (Johnny), Héctor Manuel (Bollo), Octavio (Miquín), Dinora, Domingo Antonio (Mingo) y José Oscar; vino a la tierra un cálido 16 de agosto de 1951 en Los Ancones de San Francisco de Macorís, para tejer historias de humildad y labor incansable.
A lo largo de su vida, se destacó como un hombre de la tierra, un labrador que cultivaba no solo campos, sino también lazos de amor y dedicación. Su destreza como moto concho y habilidad como peluquero revelaban la versatilidad de un espíritu trabajador y apasionado.
En su papel más sagrado, el de padre, dejó su legado en la forma de seis (6) preciosos retoños que procreó con Modesta López: Kelvin, Raquel, Yudy, Leidy, Hanlet y Marlenny, viviendo primero en Ojo de Agua - Salcedo y luego en el municipio Tenares. Cada uno de ellos es un testimonio viviente de su amor incondicional y valores transmitidos con cada risa compartida y cada consejo sabio.
Papi, un hombre de nobleza inquebrantable enfrentó el desafío de criar a seis hijos con la moneda más valiosa: el esfuerzo incansable. Su historia se entrelazaba con jornadas agotadoras en el conuco, donde la tierra era su aliada como podador de cacao. En su lucha, se aferraba a un motor 70 rojo, cuya vibración resonaba con sus anhelos de brindar un mañana mejor.
Sin las comodidades de la riqueza, Papi labró un legado de valores imperecederos. Aunque no caminó por las aulas escolares, su sabiduría trascendió en la escuela de la vida, forjando un carácter sólido. Su amor, solidaridad, trabajo arduo, responsabilidad, honestidad e integridad eran los pilares que sustentaban su existencia.
En la carencia de gestos efusivos, Papi desplegaba su cariño a través de la solidaridad.
Cada peso ganado con sudor, cada día de sacrificio en la tierra, era una expresión silenciosa de su compromiso con el bienestar de su familia.
Hoy, recordamos a este hombre modesto pero colosal, que desafió la adversidad con una fortaleza que solo los grandes corazones poseen. Que su legado inspire a generaciones venideras, y que su ejemplo perdure en la memoria como un faro de valentía y virtud.
En los surcos de la tierra, donde Papi plantó sueños y cosechó sacrificios, nos sumergimos en la melancolía de sus días. En su labor incansable, cada gota de sudor tejía un relato de esfuerzo y desvelo, marcando un sendero de dignidad que hoy llora la ausencia de su presencia.
En la penumbra del conuco, donde la tierra suspira su nombre, resonaban los ecos de un hombre que desafiaba la escasez con determinación. El susurro del motor 70 rojo por los años 80s y 90s, el busca moro como él decía, fue testigo mudo de jornadas arduas y monedas contadas, es ahora un eco nostálgico que abraza nuestra tristeza.
En sus últimos años hizo pareja con Eduviges Mena Sosa (Mayra).
Papi, sin diplomas académicos, era el catedrático de valores que impartía lecciones de amor, solidaridad y honestidad en cada surco que labraba. Su silenciosa generosidad, reflejada en esos pocos pesos ganados con esfuerzo que a veces sólo conseguía conchando, hoy se convierte en lágrimas que riegan la tierra que tanto amó.
En sus nueve días de fallecido (26-01-2024), recordamos a Papi Roque con lágrimas que riegan la semilla de su legado, anhelando que su espíritu encuentre consuelo en el reino de la eternidad. Que su legado perdure en la brisa suave que acaricia los campos que una vez cultivó con amor.
¡Vives eternamente en nuestros corazones! ¡Descansa en Paz, Papi!
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